jueves, 9 de noviembre de 2017


Última noche en el páramo es una novela corta escrita de la mano de So Blonde. Nacida en Madrid, se caracteriza por tener una prosa fresca, ácida y descarada, con cierto aire de denuncia social, simpre en contexto humorístico. Colabora habitualmente en “El Jueves”, en el blog ConUnParDeTacones, forma parte del equipo de la novela 2.0 Tiempo de Héroes y ha publicado Azafata AVEnturas: los chicos de Emi (Ediciones aContracorriente, 2013), una novela mordaz sobre los entresijos de la tripulación de las líneas de Alta Velocidad Española, que aún no he tenido el placer de leer.

Antes de empezar a hablar del libro, merece especial mención el formato de la edición. La editorial Cerbero, especializada en literatura de género, nos presenta un verdadero formato de libro de bolsillo, que casi cabe en la palma de una mano, y eso lo hace manejable, fácil de llevar y ameno de leer. Además, el precioso diseño de las portadas de estos libros las convierte en auténticas joyas para la colección de amantes de la ciencia-ficción, el terror y la fantasía.



El relato que se presenta a continuación no se puede categorizar dentro de lo que se considera el género de terror prístino. Blonde narra en esta novela, contextualizada en la actualidad, los extraños sucesos que tienen lugar en Cerrojazo, un pueblo perdido en el desierto cerca de la frontera entre Texas y Méjico.

Los personajes son nada menos que pintorescos, y representan una hipérbole de los tópicos que caracterizan al ciudadano americano redneck por excelencia. Así pues, entre los habitantes de Cerrojazo encontramos policías xenófobos, vigilantes de almacén que intentan silenciar su propia homosexualidad con la más casposa homofobia y, en general, un colectivo masculino rudo, machista y corto de entendimientos. Entre todo este hervor de hormona sureña se nos presenta a Monica, huérfana de un antiguo policía del pueblo que, después de que éste se hubiera volado los sesos, ocupa el puesto de ayudante de sheriff. Monica es una chica que no se adecua a los cánones de belleza que rigen la sociedad actual, y, refugiándose en las series televisivas y el onanismo insatisfactorio, goza de una existencia más bien pesarosa.

Se acerca la fecha del Día de la Cosecha, en la que el pueblo organiza una gran barbacoa multitudinaria con los restos de carne que quedan conservados en el viejo matadero abandonado. Este lugar se describe como un auténtico agujero negro del gore animal; desmembramientos, descargas eléctricas, putrefacción, sangre a borbotones y trabajadores chicanos drogados para aguantar las condiciones infrahumanas en las que se veían obligados a trabajar. Fue un negocio próspero hasta que los controles de sanidad obligaron a cerrarlo, y, sin recursos para desmantelar el local, el pueblo de Cerrojazo decidió cesar su funcionamiento y guardar lo que quedaba en las cámaras de refrigeración. Así pues, un día al año se dedicaban a empequeñecer dicha reserva de cárnicos mediante una barbacoa popular.




Aun así, este año una nueva propuesta toma fuerza para amenizar el festejo: Marlon, un distribuidor de porno zoofílico casero, propone traer al pueblo la caravana de Sandy. Un autobús lleno de prostitutas y pornstars que una vez estacionado en Cerrojazo, atrae una gran cantidad de turismo sexual a la localidad. Sandy, la jefa meretriz y su acompañante gay consiguen convertir ese pueblo alejado de la mano de Dios en el paraíso de todo macho salido que se precie: shows en vivo, firmas, pases de ropa interior y sexo desenfrenado por un tubo.

Con tal descontrol, Monica y su compañero Mike son los encargados de ir a buscar la ración de carne para la barbacoa al viejo matadero. Una vez ahí, se dan cuenta que no están solos entre la putrefacción de la carne almacenada. Una jauría de bestias humanoides deformes han hecho del viejo matadero su particular buffet, y ante la visión de presas vivas no dudan en salir a la caza. La trama a partir de ahí se desenvuelve de una forma extremamente épica a la vez que tópica: bestias hambrientas de carne humana, cascadas de sangre, explosiones, un reencuentro familiar en medio de una persecución y un final digno de las mejores películas de serie B.



Este es el encanto que tiene esta novela. La exageración de los clichés del género de terror, llevados al extremo, le otorgan ese aire humorístico rozando la parodia. Toda la historia viene acompañada por una aguda y visual descripción de personajes, ambiente y situaciones, intercalados con diálogos textuales y mordaces que el lector más recatado podría tildar de soeces. Sin embargo, y en mi opinión, le da un aire fresco a la narración de la historia, y más cuando uno está acostumbrado a leer la prosa habitual, de carácter más formal o refinado.

Blonde consigue transmitir al lector aquello que pretende de forma provocativa, punzante y, sobre todo, muy inteligente. El hilo terrorífico de la novela encaja y se desenvuelve de forma casi instintiva en un contexto satírico de la población americana. Siempre en clave de humor, estereotipa el lado más xenófobo, homófobo, misógino e hipersexual que aún se conserva hoy en día en determinados grupos de la sociedad. La autora consigue que el lector reciba estas sensaciones con un aire gamberro pero fresco sin dejar para nada un mal sabor de boca ante las determinadas situaciones que, en otro contexto, no serían para nada agradables de imaginar.


Si bien no puede ser tomada como una novela de terror per se, aquellos que busquen pasar un rato divertido entre yankees de medio pelo, monstruos y mucha, mucha sangre, tienen su morada entre las líneas de So Blonde.

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